Descripción
Tanto las ruinas en los cerros incendiados de Valparaíso como los barrios arruinados de Alto Hospicio en Iquique dan cuenta del rol clave que tiene el trazado urbano en la construcción de una buena ruina: desde la forma y tamaño de los sitios hasta la relación entre las redes viales y de infraestructura con la topografía. Más indeleble que muchos edificios, tras una catástrofe ese trazado podría ser el principal sobreviviente. La precisión de un trazo, incluso si sólo es una marca de tiza en el suelo, puede hacer la diferencia entre una ciudad capaz de capitalizar la más modesta de las inversiones y otra que no logra levantarse a pesar del mejor programa asistencialista posible de implementar.
Este número de ARQ intenta concentrar la mirada en esas decisiones, las más primarias de la forma arquitectónica, siguiendo el notable ejemplo de Fernando Castillo Velasco en Villa La Reina y haciendo eco de la importancia de esos elementos fundantes para la consolidación de ciudades (y sociedades) más justas, inclusivas y equitativas. Si hay una buena ruina, no todo está perdido, aunque esa ruina sea quizá solo una distancia o una dirección, marcada con cuidado en el suelo.
Autores: Varios
Fecha de publicación: Abril 2014
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